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ARTISTAS

Bclip

Del barrio al club global: la GRA$A como futuro

  • Dennise
  • 17 September 2025
Bclip

Bclip, productor, DJ, performer y curador criado en el ghetto de Soledad Atlántico, en la costa Caribe colombiana, moldeado por la cultura “picó” y la programación multigénero de los clubes del barrio. Bajo su propio concepto “LA GRA$A”, ha construido un lenguaje musical que cruza salsa, reggaetón, champeta y folklore con black metal, IDM, hard house y distorsiones propias de la experimentación periférica, desafiando las etiquetas y los clichés tropicales.

De selector en fiestas urbanas e isleñas en Barranquilla a referente de la vanguardia latinoamericana, su trabajo siempre ha mantenido la crudeza y el ingenio de sus orígenes, explorando el valor estético de lo precario y lo empírico. Tras años como ghost producer de clásicos transgresores del reggaetón, se trasladó a Bogotá, donde su sonido encontró resonancia en la escena queer y alternativa, expandiendo su alcance a nivel internacional.

Fundador de Paria Records y cofundador del dúo Boom Full Meke, ha colaborado con figuras como Meridian Brothers, , Jowell y Randy, Eddie Palmieri y Alfredo de la Fé, participando en festivales y plataformas como Boiler Room, Roskilde, NTS y Montreux Jazz. En vivo, alterna DJ sets cargados de selecciones atemporales con presentaciones de finger drumming picotero, siempre defendiendo un acceso equitativo a las manifestaciones electrónicas de la periferia.

Hoy, Bclip sigue expandiendo la frontera del Latin club y la música periférica global, combinando tradición, experimentación y un compromiso inquebrantable con el contexto que lo vio nacer.

Bueno, ¿cómo fueron los inicios de B-Clip? ¿Cómo el lugar donde creciste en la periferia de Barranquilla, Colombia, formó tu legado musical?

Básicamente, yo inicié a comienzos del 2000, entre 2000 y 2005, en el contexto del picó (soundsystem colombiano) y de toda esa escena que basa su cultura en múltiples géneros musicales. Eso se mezclaba en mi cabeza con lo que cualquier adolecente escuchaba: nu-metal, breakbeat y otros sonidos contemporáneos. Cuando empecé, armaba fiestas de reggaetón y dancehall con dos Discman y un equipo casero; mi público eran sobre todo adolescentes de colegio e isleños de San Andrés. Fueron estos últimos quienes me apodaron Bclip, nombre que nació mientras cogían el mic y chanteaban en creole mientras yo tocaba.

Bclip viene de “Blood, Brain, Bones, Clipping”. A mí me cuesta tocar suave, el medidor siempre estaba en rojo, la gente se algaretaba y la música sonaba fuerte, el chanteo resumía todo eso.

Yo me crié en Soledad, Atlántico, muy cerca de Barranquilla, en la periferia. Me interesaban el skate, la música electrónica que me mostraban primos o amigos y, a la vez, me enamoraba de los múltiples géneros dentro de la cultura del picó, con el Caribe como centro.

Ahí nació mi inquietud por la música. Unos cuatro o cinco años después de estar tocando como DJ, empecé a producir: primero experimentos de electrónica y música urbana, principalmente reggaetón, hip-hop y géneros afines.

Siempre intenté llevar mis raíces picoteras a otras experiencias como productor. Por ejemplo, produje una banda de grindcore metal y traté de meterle tambores de cumbia. Buscaba mezclas más complejas; con el tiempo entendí que me gustaba la deconstrucción más que la simple fusión, es decir, generar cosas nuevas a partir de mis influencias y mantener una identidad propia.

¿Cómo pasas de tu lado de productor, de salsa a reggaetón y luego al espectro de lo que llaman Latin Club, a partir de la cultura picotera de Colombia?

Pues, en la cultura picotera hay muchas fases y en cada una surgen nuevos intereses musicales; a mí me pasó igual. Así como en México hay sonideros más cumbieros o más salseros, en Colombia sucede lo mismo con los picoteros. Mientras crecía, algunos picós se enfocaban en salsa, música tropical y la famosa ‘raspacanilla’ (versión uptempo de la música de acordeón); otros en disco, hard house, dub y ragga; y otros en todas las variantes de la música africana. También explotó la champeta y el vacile picotero, resultado del éxito de la música africana en el picó. Por eso el vacile picotero se crea sampleando loops de highlife y se remezclaban en vivo con organetas y samplers básicos como el mítico Casio SK-5.

Todo eso pasaba sobre todo en Barranquilla, que para mí fue la ciudad que más empujó la música electrónica en la costa, aunque en ese momento ni sabíamos que era “electrónica”. Mucha de esa música nunca se grabó: era puro show en vivo de OGs como DJ Pulpo o Rata Piano. Mientras tanto, en las fiestas del barrio sonaba el reggaetón de mixtapes como The Noise o DJ Chiclin, y por el skate me metí a buscar el metal más oscuro. Con todo eso fui armando mi identidad, viéndome como un picotero contemporáneo. De ese sancocho de generos salieron experimentos electrónicos que ni nombre tenían y que publicaba en Taringa y en un myspace llamado “thawavesublime”

En Colombia la fiesta por antonomasia es crossover, multigénero. Había compilados como Trance Factory , que casi no tenía trance, lo que llamaban chispún, era hard house, ghetto house, y mucho mas. Nunca supimos bien de géneros ni de orígenes: sonaba tanta música que no sabíamos qué era; para nosotros todo era “chispun o trance”, punto.

Pero este fenómeno no es nuevo, en el picó paso igual, porque desde principios de los 40s la gente de barrio que trabajaba en los puertos o en aviación traía discos rarísimos de sus viajes; borraban las etiquetas y les ponían otros nombres para que fueran exclusivos del picó. Por eso poco se sabía de géneros o track IDs: era más pescar y volverlo propio. Durante mucho tiempo hice música que no podía soltar porque no había escena que la entendiera. Mientras tanto producía reggaetón, hip-hop, metal, y también me metí con la salsa. Sin ser músico estudiado, transmitía las ideas al estilo del Joe Arroyo: silbando y guiándome solo por el gusto y el oído.

Más adelante descubrí a Munchi, el kuduro, el bubbling y el moombahton; y en 2014 llegué a mexico y a combos como NAAFI. Entre 2014 y 2018, en México, se juntó gente de toda Latinoamérica y por fin sentí que tenía familia. Entré al mítico club Terminal y pensé: “Ey, sí hay gente como yo, puedo poner lo que quiera”. Antes, en otros lados, mi identidad me la ponía dura: “ese man no pone el reggaetón de moda” o porque mete ese canción que no pega”. En Terminal encontré hogar, junto a sellos como Majía, Hiedrah y Salviatek. Fue una época muy especial en la que todos nos encontramos.

¿Qué época era?

Creo que a partir de 2015–2016 es cuando la cosa despega. Todos veníamos haciendo música desde 2010 o antes, pero 2015 es clave porque empezamos a toparnos con gente en otros países que compartía nuestros gustos. Por ejemplo, conocía a Dave Nada, creador del moombahton; éramos muy panas, pero su sonido tiraba más al EDM, y eso no me llamaba tanto. Ese era su camino, no el mío; mi sonido iba por otro lado , era mas oscuro y sentía que no encajaba del todo.

Luego descubrí una escena donde coincidían artistas como Leif, sophie Arca, siete catorce y más que venían saliendo. Ahí se armaron noches y carteles legendarios: yo podía soltar una cumbia a puro tambor sin acordeón y luego un remix breakcore de “Gasolina”, reggaetón acelerado, ediciones con voces… Todos teníamos intereses más oscuros y distintos, lejos de la “identidad tropical” que a veces nos imponen a los latinos.

Siempre me he sentido muy caribeño y me gusta el sabor, pero eso no es lo mismo que la postal cliché de palmeras, piñas y cocos, ni la exotización que nos clavan. No está mal a quien le guste, el problema es cuando te dicen que eso es lo único que debes representar.

Cuando esta escena explotó empecé a conocer mucha gente nueva. Paralelo a eso, seguía produciendo para otros artistas y llevaba ese sonido de ida y vuelta. En nuestro combo muchos no tenían vocalistas y usaban solo acapellas; me concentré en ser mas productor que beatmaker y como yo sí trabajaba con voces, produje cosas con ellos. Con el dembow dominicano traté de meterle un carácter más underground, aunque algunas canciones pegaron fuerte en RD. Me gustaba que el sonido viajara y evolucionara; ese fue mi aporte, igual que cada quien puso lo suyo. Había gente más emo, otros con otras vueltas, y todos alimentábamos la movida, que en ese momento ni se llamaba Latin Club. Soy un poco crítico con ese término, aunque sirve para ubicar la idea, tal ves deconstructed club es una alternativa, todo esto siento que viene de la falta de una historia bien escrita, como la del house y sus subgéneros.

Si miramos la guaracha, apenas estamos reconociendo sus subestilos , balas, zapateos, zamarreos, aleteos y lo que vino antes , el famoso electro tarro. Toca ir construyendo la identidad de esos géneros paso a paso.

Eso pasó, Beatport definió como Indie Dance distintas variantes que eran el House, el Italo, el Funk, el Balearic, pero está pasando algo muy parecido con el Latin Club y guaracha que está pasando con el Indie Dance.. Por ejemplo, en México hay una corriente como de dark disco, pero es muy mexicana y es con voces, y a veces hablan como de temas como de drogas, fiesta y luego otros artistas son como de su definición de Indie Dance es más parecido al sonido de Lebanon Hanover o Boy Harsher, más gótico”. ¿cómo me puedes englobar en lo mismo de estos fulanos que solo hablan de droga y de besarse con tres y de ese tipo de cosas... y es algo parecido a lo que comentas.

Eso que acabás de decir me pasa full con el reggaetón. Soy amante del género, lo escucho, lo produzco desde hace muchos años y he estado metido en varias movidas como DJ, así que me interesa un montón. Pero esos géneros que salen de la periferia no siempre tienen chance de difundir su historia a detalle. El reggaetón que más me gusta es el de antes de 2000, cuando aún no estaban en el mapa ni“Felina” ni “La Gasolina”.

En ese momento el reggaetón tenia conexión directa con el boombap, tenia un flow mas Cypress Hill, sampleaban el techno y el house, que ampliaban el espectro. Las letras eran explícitas, sí, pero venían del barrio, de como se relacionaban, incluían muchas anecdotas mucho chiste. Para ellos no era ofensivo y para uno tampoco. No es como ahora, donde a veces se usan términos explicitos solo porque venden. En aquel entonces la misoginia era inconsciente, era natural y contextual, algo que no la justifica, pero la explica; hoy hay mas conciencia, mas información y aun así sigue, lo cual no tiene sentido. Al final hay que leer todo según el momento, contexto y el lugar y entender como la industria suele cagarse todo.

Me parece clave abrir canales para contar historias más complejas. El disco, el house, está súper documentado, pero en guaracha pasa igual que con el tribal en México: tienen raíces y subgéneros complejos que se mezclan y se confunden. Limitar todo a una sola etiqueta crea problemas. Esa generalización hace que lo que vende en Europa sea lo que domina y, de paso, deja opacado al guarachero que intenta vivir de su música en el barrio, mientras otro con más privilegios reinterpreta la guaracha y la comercializa con menos esencia.

Cada quien tiene derecho a hacer música, claro, pero falta explicar bien qué es qué: “Esto es guaracha, esto es post-guaracha, esto es otro estilo”. No reconocerlo impacta directo en las condiciones materiales de los artistas. Viniendo de barrio tengo clara la dificultad de vivir de la música, por eso hay que equiparar el acceso y el reconocimiento; no porque lo del barrio sea mejor, sino porque merece acceder a los mismos espacios.

Si se arma una fiesta de guaracha, deberían estar representados todos sus géneros y actores; la diversidad tiene que aplicar en la musica. Eso es lo que creo que debería pasar.

Y justo ese es el problema. Quien invierte más, tiene privilegios, mejor acceso geográfico, triunfa, y a veces lo que produce quien no tiene acceso es incluso mejor, pero es difícil.

Hay una paradoja interesante sobre la que justo estaba hablando; es algo que mencionó Frank Zappa. Él decía que, en algún momento, los ejecutivos de la música en los años 60 y 70 eran simplemente señores gordos con un habano, que no sabían nada y simplemente dejaban hacer, permitían que las cosas sucedieran, y producto de su ignorancia, no intervenían demasiado.

Después de esa época, surgieron otros ejecutivos, A&R y personas en la industria que creen que saben, o que realmente saben muy poco, pero igual están convencidos se ser los gurus de las métricas. solo. Ahí aparece la típica actitud de: “No, esto no se puede, eso no se vende, mejor hazlo por acá”, limitando posibilidades.

Por ejemplo, surge la pregunta: “¿Cuál es la guaracha que más vende? Vendamos solo eso, la pseudo guaracha moderna y acelerada, que parezca mas techno que guaracha”. Así, toda esta gente arrastra ese condicionamiento y esas paradojas revelan cómo la complejidad de la música está condicionada desde espacios ajenos al arte. Mientras tanto en el trap anglo, vemos a artistas como lil yatchy fusionando su flow rock progresivo apoyado por disqueras con presupuestos importantes.

Pero cuando la música es latinoamericana, sobre todo desde una perspectiva urbana o de barrio, todo se reduce a lo que vende: canciones sobre quién tiene las tetas más grandes o temas semejantes. No me declaro moralista, de hecho, me parece bien que exista esa música, pero también debería haber espacio para música experimental de barrio y otras propuestas. Ese sesgo viene precisamente de la industria, del modo en el que funciona y de cómo quienes tienen el poder creen que saben, pero no se atreven a financiar ni apoyar otras cosas porque ven un riesgo, aunque podría ser un riesgo interesante.

En nuestra escena, mal llamada Latin Club o Deconstructed Club, se hicieron cosas diferentes. A veces pensaba que eso podría incidir en la música mainstream en algún momento. Y, afortunadamente, eso ocurrió: lo vimos con lo de Nick leoan y tayhana produciendo en el disco de Rosalía, kelman y Beyoncé, y con trabajos de artistas como Cromo X, Son hitos complejos que terminan aliándose con el underground, y no solo alimentándose como casi siempre sucede.

Y la pregunta es ¿cómo se alimentan de su underground? O sea, si realmente está yendo a buscar a las personas que realmente lo hicieron o simplemente esta cosa de “vamos a ver qué nuevo hay” y, pues, sabes, como el A&R de turno diciendo replicalo, utiliza splice, quiero algo como esto, terminando siempre en una versión más light que funcione para la industria.

Respecto al ghost producing, ¿te ha pasado que te piden copiar la rola de alguien, cambiarle detalles para ajustarla, sin innovación porque solo quieren lo del momento?

Justo yo, que en algún momento estuve en la posición de ghost producer, pienso que el verdadero problema radica en aceptar ser precarizado debido a las condiciones materiales necesarias para subsistir y poder decir: “Vivo de la música”. ¿Cómo puedo lograr que la música me dé el dinero suficiente para vivir?

Personalmente, tuve experiencias con la industria en las que participé como ghost producer de canciones que terminaron siendo grandes hits. Sin embargo, la remuneración que recibí fue mínima; prácticamente no me dieron nada y, además, me omitieron de los créditos. Hay muchísima gente, como dicen los mexicanos, con mucho colmillo en la industria que solo están por motivos netamente lucrativos, y eso genera traumas y frustraciones. Uno siente que le robaron la posibilidad de un patrimonio, la posibilidad de hacer una carrera en esto y por culpa de una persona de poder simplemente no fue posible.

Afortunadamente, logré salir de ese “hueco” en el que te quedas después de algo así y pude reflexionar y encontrar otras formas de continuar. Pero reconozco que mucha gente no lo logra y termina trabajando en un call center, o en cualquier cosa lejos de su verdadero sueño. Trabajar no es deshonroso, pero muchas personas quisieran vivir de la música, y la industria a veces parece estar hecha para dificultar ese camino.

No estoy de acuerdo con la idea de que todos deben aprender a venderse. Para eso existen profesionales; hay personas realmente especializadas en ventas. El músico debería dedicarse a hacer música, y ojalá la industria funcionara para que quienes poseen identidad y creatividad puedan recibir el porcentaje justo de lo que generan.

Hoy en día se ha impuesto la idea de que ser músico o artista implica mucho más que solo hacer música: hay que saber cómo cobrar regalías, cómo usar los loops que están de moda en Splice… Pero eso no es ser artista, nunca lo fue ni lo será. Eso es simplemente fabricar un producto para que funcione como en cualquier otra industria, y el arte, al menos en teoría, debería ser el refugio frente a esa lógica. Es importante que la música se pueda monetizar para que sea sostenible, pero no debería estar condicionada únicamente por eso, porque así se desvirtúa la verdadera naturaleza del oficio y todo termina convirtiéndose en algo completamente distinto.

Creo que ya está pasando. Hay saturación de productos iguales, pero también muchos buscan algo distinto. Hay hitos y artistas que generan cambios y cambian la narrativa o el paradigma. Hace años la música latina era “Despacito”, pero hoy, afortunadamente, hay más espectro; incluso hay quienes arriesgan y exploran sonidos innovadores, La música para mi debe ser atemporal; traer cosas del pasado puede ser pertinente y se vuelve interesante porque no está sonando en este momento. Ojalá seamos más quienes pensamos así.

Ojalá se logre un equilibrio o incluso una transformación en parte de la industria, que aprenda a regularse. O, no sé, quizá lo que está en la cima solo por ser un simple producto, en algún momento colapse, porque no es sostenible y eventualmente es reemplazado por otra tendencia y queda en el olvido.

Creo que eso ya está sucediendo, en la medida en que la saturación de productos parecidos sigue llegando a una parte del público, pero también existe mucha gente que simplemente está buscando algo diferente. Afortunadamente, y sin restar mérito a quienes hacen este tipo de canciones, hoy existe un espectro mucho más amplio: no se trata solo de eso. Incluso hay artistas que están arriesgándose, explorando sonidos que ya existían o innovando de maneras nuevas. Por ejemplo, hace más de 20 años ya había canciones que experimentaban mezclando drum and bass con reggaetón como es el caso de nico canada, si uno analiza, descubre que la música es bastante atemporal. Eso es precisamente lo que trato de transmitir cuando toco como DJ: para mi tocar un ejercicio personal egoísta que por añadidura conecta al publico a una experiencia realmente honesta. Considero que la mejor música muchas veces es la que surge en el presente por todo el contexto y las ideas nuevas, pero también creo que no todo lo viejo es automáticamente inferior, ni todo lo viejo se reduce a una simple moda nostálgica.

Para mí, la música es atemporal; rescatar sonidos del pasado puede ser perfectamente relevante hoy y, de hecho, puede resultar muy interesante, sobre todo cuando no suena en el panorama actual. Por eso, creo y espero que cada vez seamos más quienes pensamos así sobre la música.

Pero luego la gente está en su propio universo, con preocupaciones como tener que pagar la renta, el cuidado de los hijos, o no sé qué más. Solo quieren salir a emborracharse el fin de semana o a drogarse, y ya no les importa todo el universo o la cultura musical.

Por eso creo que es importante encontrar un balance entre la creatividad y las condiciones materiales, es decir adquirir conciencia de clase. Esto va más allá de una identidad política particular; es la conciencia del contexto en el que estamos, de quiénes nos rodean, ser consiente de quien no tiene las mismas oportunidades que uno, y entender quiénes están en posiciones privilegiadas arriba. Esto nos lleva a hacernos preguntas que ayudan a generar alternativas para que todo esto sea sostenible, adquirir ciertas habilidades como volverse un buen negociante, hackear el sistema, infiltrar el mainstream o buscar un equipo de personas que apoyen; entendiendo que todo esto sea una manera de que esto continúe, no un fin en sí mismo, creo yo.

Entonces, preguntarse veces cómo pagar la renta con la música, en medio de otra pregunta como ¿estoy haciendo música rarísima, debería adaptarme? ¿O debo…? Creo que la pregunta, o más bien una posible respuesta que encontré, es: ¿cómo puedo generar múltiples caminos que permitan mantener mi independencia de lo que hago, en vez de adaptarme? ¿Cómo diversifico y busco formas de trabajar, pero trabajando en lo que me gusta, aunque sea de mil maneras diferentes? Ya sea en múltiples géneros u otros ámbitos relacionados con la música.

Me encanta lo que está pasando en la música hoy. Imagínate: van hasta un monte en Noruega a buscar a un tipo que solo hace hi-hats, y al compa le va brutal. Eso demuestra que a pesar de las adversas condiciones para el artista existen alternativas para crear un piso firme y mantener viva la parte romántica, sin volverse un resentido que deja de crear. La clave es adaptarse y ser resiliente en este mundo tan complejo, pero entendiendo como ese guru de los hi hats tiene condiciones materiales completamente distintas a un productor de barrio en Colombia.

Cuéntanos sobre la “grasa”.

Para mí, la grasa, que justo tengo tatuada, con una “$” como símbolo de dinero, que es conciente de lo valioso que es su grasa porque su juicio y gusto representa toda una historia, es decir la subjetividad que uno adquiere al venir de un ghetto, al escuchar ciertos sonidos en un contexto específico, y al tener una sensibilidad hacia ciertas cosas. Eso es muy interesante. Es como ser un dealer hoy en día de esa grasa, es decir, hay una subjetividad en la forma en que hago música y en cómo la veo. Busco la “grasa” en un disco de black metal, pero también en uno de salsa, y a la vez creo algo nuevo. Eso se vuelve una identificación subjetiva que intenta explicar todo el revuelo en la cabeza: la comida de cuando eras niño, los versos que escuchaste y que te hicieron “clic”. Esa magia musical, para mí, es la grasa.

Definir la música con “grasa” significa que hay música que no la tiene, yo no soy fan de lo light, ni para comer ni para tocar. Siempre busco la grasita, la sustancia del asunto. No digo que la grasa esté solo en el reguetón; puede estar en muchos géneros y estilos, y también en el arte. Me gusta pensar en el trabajo interdisciplinario que hago en producciones ejecutivas: cómo generar un concepto, la portada y la estética de un disco, y cómo todo eso se relaciona con la creación musical. Eso es parte de la grasa también.

Al final, las identidades y los lugares lo definen todo. Si te plantas en la 42, allá en República Dominicana, en el momento justo, se siente la pobreza, pero también un talento brutal. Eso no se explica con palabras, solo con música. Yo soy un enamorado de la grasa: me paro en esos sitios y conecto con la grasa que viví y su evidente conexión con la precariedad, pero también con el sazón.

Cuando todo abunda es más difícil; pienso que la grasa viene de la adaptación, de la ignorancia, de la precariedad, de la sorpresa, de no saber qué va a pasar cuando no hay nada seguro, del accidente del error, de la espontaneidad.

Por eso no hago metal sinfónico, por ejemplo, suena inteligente, bonito y letrado musicalmente, pero para mi le falta la grasa: tiene demasiadas notas y reflexiones muy científicas y académicas.

La grasa está en esos detalles, en un bajo roto y saturado producto de un accidente que suena increíble. Eso sorprende. Por eso me gusta cosas como la bruxaria de brasil, porque trasgreden la idea preconcebida de que la música y el sonido no deben saturar, a ellos no les importa; simplemente se dejan llevar por lo que sienten y plasman eso.

En mi creación musical, por eso hago salsa y distintos géneros. Intento hacer música como me sea posible. Si no soy muy bueno tocando piano, lo pinto; si no, lo silbo; o busco a alguien que toque lo que tengo en la cabeza. La falta de técnicas o formas académicas genera una adaptación que se refleja en la música y le da color y vida, como ocurre en géneros como la guaracha y en ciertos arreglos de trompetas medio desafinadas, disonantes, que le dan un sonido único imposible de lograr si estuviera perfectamente afinado.

Esa inconsciencia, como que el músico ni siquiera sabe que está desafinado, solo sabe que sonó chévere y así debe quedar. Esa es un poco la definición de la grasa para mí.

¿Y de tu propia evolución musical, desde que iniciaste hasta el momento actual, qué cosas pensabas antes que ya no piensas ahora, o qué reflexiones has alcanzado con mayor profundidad en este tiempo?

Creo que hoy en día tengo mucho más conocimiento técnico, conozco ahora el nombre de los géneros y de las cosas que me gustaban. Tal vez eso me permitió darme cuenta, por ejemplo, de cómo me influenció el hard house. Ahora puedo hablar sobre distintos temas que antes desconocía, puedo recrear mis propias investigaciones sobre las características de los sonidos y sus interacciones y siento que eso me abrió posibilidades para entender cómo ir buscando nuevos caminos. Técnicamente, tus raíces pueden convertirse en una cárcel, pues supuestamente te limitan a sonar de una manera específica. Sin embargo, yo sí creo que la música debe ser bien abierta.

Mañana podría terminar haciendo GABBER, de hecho, ya lo he hecho, por ejemplo, lo hice a mi manera con sonidos de reggaetón, como una especie de mofa a quienes a los techneros sectarios laitnos que solo escuchan GABBER y cosas así.

Dejé de creer que solo había una única forma de hacer las cosas, tanto a nivel musical como profesional. Esa creencia de que tienes que seguir un camino: firmar con una disquera, hacer música para tal persona, o que cuando llegas a cierto nivel solo puedes tocar techno, cosas en four-on-the-floor, y mezclar de manera súper limpia.

A muchos les funciona abanderarse de ser latinos pero musicalmente suenan cuadrados, suenan parcos , mucho mas cercanos a un sonido hegenomico y foráneo.

He entendido que mi ejercicio musical es propio, y que la gente se conecta con lo que es real, punto.

Yo intento mantenerme lo más real posible cuando toco o cuando hago música. Los castillos de arena construidos de inseguridades, cada vez me pesan menos, porque me he afianzado más en hacer lo que me dé la gana. Si creo que algo debe sonar de cierta manera, lo puedo hacer. Si decido abordarlo así, no me detienen esas posturas sacralizadas de: “no, el jungle no se hace así”. A mí me importa un culo: yo lo hago a mi manera. Creo que he adquirido esa tranquilidad.

Justo eso que decías de que se hace de esa manera; luego hay escuelas de producción, no recuerdo cómo se llaman, pero quieren enseñar con una especie de cuadrado, un sistema que muchos maestros de producción critican porque, en realidad, la música no es un cuadrado.

No se debería enseñar música de esa forma, pero últimamente todas estas escuelas de DJ y producción quieren enseñar usando ese método. Ese es el problema.

Es que, precisamente, existe un gran problema con las definiciones. La dialéctica y las definiciones tienen poder; las palabras poseen un poder real. Cuando alguien dice “yo soy DJ”, supuestamente debe ceñirse a ciertas reglas: que el DJ hace tal cosa, que el DJ no debe usar “sync” porque el DJ mezcla a oído. Si eso le produce felicidad y mezclar a oído le parece chévere, genial. Pero en mi caso, a mí me gusta tocar los pads y no voy a estar dos horas preocupado con torticulis, mas sabiendo que puedo tocar 4 canciones en 3 minutos, yo solo Enciendo y apago el sync, se me sincroniza la canción, un poquito de ajuste manual y así tengo mas tiempo de disfrutar la música, de tocar los pads, y añadir cuatro canciones más… Cada quien puede crear su propia identidad y hacerlo a su manera.

Eso no significa que no respete las otras formas y que no las valore. Tengo amigos DJs clásicos, vinileros, super diggers, a quienes respeto y admiro; pero me parecen otra cosa diferente a mi y eso es lo bonito: que cada quien tenga su propia identidad. Pero el dogma es el que genera un problema.

A través de mi sello, he hecho esfuerzos: talleres, proyectos, y tengo una iniciativa educativa filial llamada Paria Expande. Mi intención es que, la gente de los barrios pueda hacer sus propios másters o incluso sus propias producciones con el celular, hacer videos, tener sus propias recetas.

Está comprobado que en muchos lugares con carencias se desarrollan sonidos incluso más avanzados que en lugares académicos. Por ejemplo, en República Dominicana han desarrollado un talento y un diseño sonoro impresionantes, sin ninguna de esas restricciones o presunciones académicas.

Simplemente, bajando plug-ins piratas de internet y con ensayo y error, influenciándose de lo que ven y conocen, siendo coherentes con su propia identidad. Esos saberes también son importantes.

De hecho, hay un filósofo llamado Yuk Hui que habla del concepto de tecnodiversidad, justamente para señalar que no necesariamente el canon europeo, o el de la persona de la academia X, es el único válido. También tiene valor el conocimiento de quien lleva diez años produciendo en un Fruity Loops crackeado (FL Studio). Ese camino es tan válido como el de otra persona que está titulada en Europa, o donde sea.

Para mí, ambos caminos son válidos. Me interesa igual ir a seminarios donde el ponente enseña un sintetizador modular; está bien, pero tampoco hay que caer en el chovinismo de “lo del barrio es lo único”. No, lo importante es generar un balance: existen chicos que usan plug-ins crackeados, y. la ves el guru de Berlín con todos los sintetizadores posibles, el sonidero con su sapiencia, y cada uno me aporta algo. Alimentarse de todas esas vertientes también es una postura política.

Yo, personalmente, trato de hacer lo propio: evalúo cuánta “grasa” tiene, le pongo mi propia grasa y empiezo a crear, a nutrirme tanto de lo “gomelo” como de lo “ñero”, de lo canónico y lo no canónico. Aprendí a disfrutar igual comer caviar un día en Europa, que irme después a un taquito en el Estado de México. Aprendí a disfrutar todo sin ver diferencias: para mí es lo mismo y de todo se puede aprender y disfrutar.

Y ahorita, sobre todo, hay un creciente interés de latinos que quieren ir a validar sus carreras en Europa.

Yo creo que esto de la programación latina en rave europeas, y el hecho de que yo también gire en Europa y todo eso, lo veo simplemente como una manera de monetizar, es un hecho que nuestra moneda y la de ellos permiten una favorabilidad de cambio en buena proporción. Básicamente, su moneda, en una economía global, tiene más valor. Para mí, es algo súper transaccional y también representa una democratización de la música: cualquier persona, nacida en cualquier lado, puede escuchar algo que yo haga, ¡qué chévere! Pero sí estoy en contra de ese condicionamiento de “hagamos música para que los europeos nos escuchen”. Si te gusta lo que hago, genial. Si tu moneda vale cuatro veces más que la mía, fantástico. Y si eso genera una relación de en la que las posiciones de poder se nivelan y yo puedo tener más de alcance y crear plataformas para que las cosas se muevan de forma más equitativa, increíble.

Creo que el problema no está en ir, ni en hacer negocios, ni en usar plataformas foráneas para difundir nuestra música; el problema es ese condicionamiento, esa necesidad de validación, de sentir que debo encajar para mantener una carrera.

Yo estoy completamente en contra de eso, y lo he comprobado: he hecho mi camino y hasta ahora ha funcionado, no sé cuánto tiempo más funcionará, pero estoy decidido a no cambiar. Estoy decidido a mantener la autenticidad en lo que hago y, de alguna manera, la gente de otros lugares conecta con ello.

Me pasó, por ejemplo, una anécdota en el Roskilde Festival en Dinamarca, un festival que en esa edición no tenía prácticamente contenido latino.

A Luisa Almaguer, que es mexicana…

Sí, ella ya está metiendo cosas, y justo toqué junto a las jefazas de DEBIT (que también es mexicana) y la Rosa Pistola en esa edición. Pero revisé el cartel y no había mucho más.

Así pasa en muchos lados. En México lo ves en los lineups: traen puros extranjeros y no hay ningún mexicano.

Y está muy bacano ir. Yo sí siento que hay algo de contracolonialismo: ir y colonizar con nuestra música allá. Esa idea romántica me gusta mucho. Y lo comprobé en un lugar tan frío y sin antecedentes latinos como Dinamarca. Toqué una canción de Los Corraleros de Majagual, “Charanga Campesina”, justo después de un drum and bass en un live set. No había ninguna razón para que esa gente entendiera lo que estaba pasando, pero se conectaron igual. No tuve que remezclar la canción, ni hacerle un cover en house. La puse tal cual, directo del vinilo, y lo que generó fue increíble.

Así que sí creo que la música hecha aquí, con alma y corazón, conecta. Si conecta, genial; si no, pues mala suerte. Y si no conecta, creo que encontraremos otras formas de subsistir. Por lo menos en Asia, a mí me pasa que la escena de clubes y artistas valora el reggaetón como música instrumental, como música electrónica, y lo ven así: música electrónica hecha en Latinoamérica, punto. Cosas como el dnb se volvieron alla un patrón rítmico comercial, al igual que el rock o el pop. Al final Es inevitable que pase, así sucede con todos los géneros populares.

Es importante entender eso y reconocer que acá también contamos con un valor musical tremendo. Por ejemplo, en México, la música electrónica latina incluye tribal prehispánico, tribal guarachero, lo que hace Freebot, Alfonso Luna, Ricardo Reina, todo esto tiene un valor enorme para Latinoamérica.

No pienso que la idea de “venderse” aplique a incursionar en otros géneros o hacer música para el mainstream. Si mañana quiero hacer techno, lo haré a mi manera y me gustará. No lo haré por vender, por que me debo adaptar, ni tampoco pensare que si hago techno no puedo hacer reggaetón.

El camino es la coherencia y el gusto propio. Creo que la gente se identifica con lo genuino.

Muy bien, y pues creo que hay otro tema del que te veo hablar: la anarquía musical. ¿En algún momento sentiste que tocabas cosas para adaptarte al público, o nunca lo hiciste? ¿O hubo un momento en que rompiste con eso y decidiste mejor dedicarte a educar al público y que aprendieran de lo que haces, en vez de darles simplemente lo que quieren?

Yo nunca, como DJ, he tocado música solo porque a la gente le guste. Es decir, he tocado en bares de reggaetón o durante muchos años en bares crossover donde se ponía salsa, luego merengue y después otros géneros, pero siempre ponía las canciones que a mí me gustaban y era un proceso en mis inicios de mera subsistencia en un lugar nuevo como Bogota.

Creo que, de alguna manera, siempre llevé ese chip por algo muy propio del entorno en el que crecí: lo respetado y valorado era la gente que ponía la música que realmente les gustaba y que siempre proponían algo nuevo. Esa era la gente más admirada. Yo veía eso y pensaba: quiero ser alguien así, alguien que tenga su propio gusto musical y que la gente valore precisamente eso. Hoy en día me siento afortunado porque la gente sabe que va a un show mío sin esperar nada concreto; simplemente les gusta lo que hago y cómo lo curó, pero no van a pedirme un tema de moda. y no tengo que apelar a acapellas o remixes conocidos para que funcione. Claro que podría ponerlo si en el momento me nace, pero no me limito: he puesto canciones de todo tipo y busco puntos de encuentro, sean temas mainstream o no.

No hago música condicionada únicamente por motivos laborales, ni pienso que mi trabajo deba responder solo a gustos impuestos. He hecho sincronización musical para películas o comerciales, y siento que ahí aporto mi visión, pero también subsisto en un mundo donde la diversificación es clave. Prefiero, por ejemplo, hacer un comercial para una bebida energética al que le meto mi propio flow y, con ese ingreso, sigo financiando la música que quiero hacer. Lo veo como una forma de resistencia; jamás cedo completamente ni hago algo exactamente igual a lo que me piden. Si me buscan es porque quieren que proponga algo distinto. Puedo hacer una canción de deep house o de cualquier género, pero lo haré a mi manera.

Esos retos me parecen interesantes. He hecho música para novelas, por ejemplo, y me divierte mucho ponerme en el papel de imaginar qué sonaría en una escena, cómo interpretar las emociones del personaje y construir algo coherente con la imagen. Lo disfruto y siempre queda con un toque particular mío, porque no puedo hacer “chambas” que sean simples réplicas; prefiero que me den un referente y yo lo aborde de forma creativa y consecuente conmigo.

Eso me ha permitido cumplir sueños. Tengo un track con Eddie palmieri, he conocido o trabajado con muchas de mis influencias, gente como flume ha referenciado mi trabajo como objeto de estudio, Por ejemplo, había una canción que me influyó mucho, que hizo Tainy hace muchos años, llamada “Salgo pa’ la calle”. Era una pista de reggaetón con unos arpegios electrónicos increíbles, y siempre quise tocarla en versión instrumental, sin voz. Como no conozco a Tainy y en ese momento no era fácil quitarle la voz a una canción con precisión, me dediqué a recrearla desde cero. Le dedique bastante tiempo para lograr que la pista que sonara igual o quizá un poco mejor, modestia aparte. Tainy en ese entonces era apenas un joven talento con mucho éxito, por m parte yo subi ese tema en pandemia a Bandcamp, en Paria, como un homenaje: explicando exactamente lo que hice, como tributo tanto a esa canción como a quienes, como yo, han hecho música con plugins craqueados y equipos modestos.

Quise hacerlo de una forma clara, explicando exactamente lo que hice, sin decir que me inventé la canción ni pretendiendo que era otra versión: la retoqué exactamente igual, simplemente porque tenía el capricho de poder tocar esa canción.

En su momento también hice edits de Korn en reggaetón, hice metal trap en L.A, folclor con los gaiteros de san Jacinto , dos discos de salsa, La verdad, siempre estoy en esa búsqueda de algo nuevo que me rete , de una inquietud insaciable, que al final es lo que nos alimenta a los artistas: pensar qué nuevo voy a tocar, que es lo que ahora quiero producir , cómo puedo lograrlo… En el fondo, se trata de eso.

Y ahorita, ¿qué andas haciendo? ¿Cuáles son tus próximos planes de carrera o para sacar música?

Pues ando haciendo un disco de salsa con MERCA BAE. También estoy terminando mi propio disco, que técnicamente ya está listo, pero tengo esta cosa de ser bien egoísta con la música. Incluso tengo una especie de “spot”, o como le llaman en el picó, “placa” que sueno en en mis shows, que dice: “Búscala en Shazam, copión”, como una forma de dejar claro que hay canciones que solo tengo yo. Todo el año pasado toqué mi disco en vivo, tanto en formato live como DJ: nadie lo tenía, no ha salido, pero lo toqué por todos lados, la gente lo escuchó y le encantó. Todos me preguntan: “¿Cuándo va a salir esta rola?” y yo respondo: “No se, por ahora solo la tengo yo”. Tengo esa parte romántica de ser celoso con la música, no sé si eso sea bueno o malo, pero me gusta.

Este año mi objetivo es sacar ya el disco. Además del proyecto de salsa, estoy haciendo muchas cosas con otros productores y vocalistas. Trabajando con amigos como Zutzut, o Cromo X, Estoy haciendo música comercial y también experimental, pero de verdad estoy enfocado en producir mucha música este año; antes de girar o cualquier otra cosa, estoy en mi “cuevita” creando y creando. Mucha de esa música me la reservo para mí, la pongo yo mismo, y me gusta ese aire romántico de que la gente me pregunte por canciones exclusivas en mis sets, de hecho, más del 50% de lo que toco son canciones mías, ya sea que las haya producido, en las que participé o que sean edits míos. Me gusta incluir esos temas que llevan mi marca.

Este año el plan es lanzar mucha música propia y de otras personas, porque además tengo mi sello. El sello lo gestiono más como una plataforma, un enlace de difusión, no con la intención de ser un sello gigante, sino de dar visibilidad a proyectos que no siempre tienen espacio en la escena. Me agrada ese rol de artista multidisciplinar, de estar componiendo, sacando discos y participando en varios proyectos.

¿Y cuál es tu track favorito, ese que más te haya costado, o el más significativo para ti?

Uy, no, es muy difícil.

Tienes muchos...

Le tengo cariño a varios… De hecho, hay tracks que al principio no te gustan y luego te encantan, pero sí me cuesta mucho escoger. Tengo ese problema: he hecho tracks de dembow, de reggaetón, de música electrónica y de salsa. Para responderte tendría que hacer una lista por género para poder decir cuál es mi favorito de cada uno.

Pero creo que lo que más puedo decir es que me gusta mucho la música que estoy haciendo ahora, la que va a salir pronto con mi disco. Siento que la música que hago hoy toma todos los elementos que he trabajado durante años: me estoy dando el lujo de combinar muchas cosas, de grabar mi disco, de hacer un proyecto de salsa, de experimentar mucho.

Así que mi música favorita en este momento es la que ustedes escucharán a finales de este año o a principios del siguiente, cuando salga el disco. Esa es mi favorita por ahora; y ya pueden escuchar algunos temas en sets recientes, como el del Boiler Room o en otros del último año.

Me resulta más fácil hablar de música de otros artistas emblemáticos, porque eso sí lo tengo más claro. Tengo muchas influencias, pero hay artistas que son muy importantes para mí…

¿Y cuáles son tus artistas emblemáticos?

Uno de los primeros que nombraría es Aníbal Velázquez. Es un folclorista colombiano con una carrera larguísima: aún sigue tocando con más de 80 años, y la música que hace me parece magistral. Su historia es muy rebelde: en una escena folclórica muy marcada en Colombia, él siempre fue el que rompía los esquemas. Por ejemplo, tuvo una canción llamada Dominique basada “The Singing Nun” (la monja cantante), una versión de una canción de monjas francesa de los 60 que transformó y se apropio totalmente de una manera magistral, una de mis canciones preferidas de el es Parodia en España, el No se encasilla ni como cumbia ni como vallenato, aunque toque ambos estilos; él básicamente usa el acordeón para hacer lo que quiera.

Su música es de alto BPM, algo que a mí personalmente me gusta: música rápida, potente, fuerte. Cuando lo vi hace cuatro meses, quedé impresionado: un señor de 85 años tocando y cantando con una camisa de fuego, cadenas, un tatuaje de su esposa… Lo que representa él para mí es fundamental. A su figura agrego influencias de Aphex Twin, Jonathan Davis y otros artistas que, por estética o por ideas, dejan huella en mi trabajo.

Si hubiera nacido en su época, hubiera querido ser él, por cómo concibe la música. Su “grasa” es espectacular.

Hoy en día también escucho mucha bachata, aunque no haya hecho bachata todavía; eso me influye para explorar cualquier otro género.

¿Bachata de quién? ¿Escuchas algo?

Hay un señor que se llama Luis Vargas.

¿Luis Vargas?

Sí, Luis Vargas. Es una música muy… no sé, muy entrañable. Y resulta que la bachata tiene una relación directa con el vallenato de Colombia, así que me gusta cruzar todas esas cosas. Hoy en día, por ejemplo, puedo estar haciendo mi propia versión de merengue house o cosas similares. Me influye un poco todo eso; suelo hacer esos paralelos bien raros que tal vez a la gente le parezcan extraños, pero para mí tienen sentido.

A veces me meto en esos trips: puedo estar produciendo música muy electrónica, tipo bubbling o edits para tocar, pero al mismo tiempo estar escuchando a Luis Vargas. También lo hago porque no me gusta que la música que produzco se parezca demasiado a la tendencia actual, a lo que todos están haciendo. Me gusta la idea de que mi sonido tenga una particularidad, otra manera de ver y de ser. Además, me gusta escuchar cosas distintas que no tengan que ver necesariamente con el género en el que estoy trabajando.

Si no fueras músico, ¿qué serías?

Si no fuera músico, creo que sería psiquiatra. Si no fuera psiquiatra, sería sociólogo, o algo así como antropólogo. Y si no fuera nada de eso, creo que terminaría siendo artista plástico o algo similar. De hecho, ya he incursionado en el arte contemporáneo

Lo de psiquiatra viene porque tengo una relación muy personal con los padecimientos mentales; mi papá sufre de depresión bipolar y me enfrenté a eso de una manera muy fuerte, lo que me hizo ser muy consciente de la importancia de las emociones en la vida. Creo que mi música proviene de ahí, además que suelo ser muy ritualista al componer.

Y lo de antropólogo es porque me llama mucho la atención el movimiento de la gente, tal vez sería antropólogo musical. Me interesan fenómenos como la changa tuki en Venezuela, y estudio el origen de la música en relación al entorno.

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